miércoles, 17 de agosto de 2016

Montserrat Lamoglia



Les escribo desde Arequipa (Perú) donde estoy pasando unas semanas con las Hermanas Franciscanas Misioneras en una de las obras que tienen en América del Sur. Concretamente estoy con las hermanas Arantxa Aburuza y Santosa Guiop, responsables de la Casa de la Mujer, un albergue para mujeres maltractadas de Perú.
Soy enfermera, doctora en Promoción de la Salud y trabajo en Barcelona como profesora en la Facultad de Ciencias de la Salud Blanquerna, estoy felizmente casada y tengo tres hijos de 27, 25 y 21 años. Como ven, no me falta de nada y es por esta razón que me planteé la posibilidad de realizar una experiéncia de voluntariado. Yo lo tengo todo pero hay personas en el mundo que no; este es el pensamiento que me rondaba continuamente por la cabeza y me decía a mi misma, “algo debo hacer”.
Primero de todo, dedique una tarde a la semana dando clases de informática a personas desfavorecidas de la Fundación Escó que realiza su trabajo en el barrio del Raval de Barcelona. Aprendí mucho de esas personas, más de lo que yo les pude enseñar, pero quería hacer más.
Planteè a mi família la posibilidad de sacrificar las vacaciones familiares para poder hacer un voluntariado en Sudamerica y todos me animaron a realizarlo.
Así es como este verano estoy aquí en Arequipa compartiendo el día a día con las hermanas Arantxa y Santosa.
Soy testimonio del gran trabajo que realizan con las mujeres maltratadas que llegan a la Casa de la Mujer con sus hijos.
Las ayudan y acompañan con los trámites jurídicos y burocráticos, pero sobre todo, las ayudan a recuperar su dignidad como mujeres y madres, aumentando su autoestima y empoderandolas para coger las riendas de su vida y poder salir adelante con sus hijos siempre con la ayuda y la gracia de Dios.



El problema del maltrato físico, psicológico y sexual a las mujeres es una gran lacra que tenemos muchos paises como el nuestro pero que aquí en Perú es mucho mayor pues persiste una sociedad marcadamente machista. Es por este motivo que el trabajo que se realiza en la Casa de la Mujer es tan importante.
Aquí se transmiten valores tan importantes como el respeto, la responsabilidad, la generosidad, el esfuerzo, la tolerancia, la humildad, la alegria y sobre todo el Amor a Dios.
La Casa de la Mujer se mantiene gracias a las donaciones de personas solidarias, es por eso que les pido que sean generosos y se acuerden del trabajo que allí se realiza.
No quisiera acabar este escrito sin mostrar mi más sincero agradecimiento a la Madre General de las Franciscanas Misioneras, Consol Muñoz, por ofreceme la posibilidad de esta experiencia y a las hermanas Arantxa y Santosa por su gran generosidad y enseñanzas y sobre todo por dejarme compartir con ellas estas semanas.
Gracias
Montserrat Lamoglia


No hay comentarios:

Publicar un comentario